Guerra a las varices

22 de Junio del 2015

El 15 % de las españolas tiene varices, el 97 % de ellas por herencia genética; es decir, por tener una alteración en las válvulas venosas que impide que la sangre retorne bien al corazón. Pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, pero son más habituales en las piernas. Los cambios hormonales (embarazo, menopausia, consumo de anticonceptivos...), el sobrepeso y una vida sedentaria son sus principales enemigos.

Las varices son venas que se hinchan porque las válvulas venosas dejan de funcionar correctamente y la sangre no fluye hacia el corazón y se acumula en las venas provocando dilataciones. Afectan a una de cada dos personas mayores de 50 años, y más a las mujeres que a los hombres. Si son finas, de color rojo o azulado y se encuentran cerca de la superficie de la piel se denominan arañas vasculares y, aunque suponen un problema estético, no duelen ni producen otros síntomas. Cuando son más gruesas, incluso tortuosas, reciben el nombre de varices y se traducen en cansancio, hormigueo y sensación de pesadez en las piernas, calambres, hinchazón en los tobillos... Detrás de ambas se esconde un problema más grave, la insuficiencia venosa, una enfermedad crónica con factores de riesgo modificables (como son el sedentarismo, el sobrepeso, el consumo de anticonceptivos…) y otros no modificables (la edad, los embarazos, los cambios hormonales, los antecedentes familiares…).

Es importante que un cirujano vascular diagnostique la patología y prescriba desde una terapia de compresión elástica (medias que aprietan suavemente las piernas para que al sangre circule hacia arriba) a un tratamiento farmacológico pasando por intervenciones quirúrgicas con técnicas más o menos invasivas.

Claves para atajarlas

• Con pequeños hidromasajes caseros con la ducha, alternando agua fría y tibia (nunca caliente).
• Aplicándote un masaje con aceites o cremas, siempre en dirección ascendente para reafirmar la piel y para estimular la circulación sanguínea. El aceite de oliva, el tomillo, el de lavanda y el de romero resultan los más adecuados.
• Pon en alto, siempre que puedas, las piernas. Incluso intenta dormir con ellas un poco elevadas poniendo un cojín bajo los pies.
• Procura no pasar mucho tiempo de pie ni sentada (y no cruces las piernas). Practica ejercicio de forma regular. Camina, monta en bici o nada para mejorar la circulación y facilitar el retorno venoso.
• Bebe agua (un mínimo de litro y medio a diario) y sigue una dieta alta en fibras para evitar el estreñimiento. Una alimentación sana y equilibrada –que incluya frutas, verduras, legumbres, cereales...– regula y equilibra los problemas intestinales, que influyen directamente sobre la circulación sanguínea. Evita las grasas y los fritos y reduce la ingesta de sal para disminuir la retención de líquidos. No consumas alcohol de forma habitual.
• No fumes, el tabaco perjudica la salud y dificulta la circulación sanguínea.
• No te pongas ropa demasiado ajustada.
• Olvídate de los tacones altos. Resérvalos para ocasiones especiales. Para el día a día, usa calzado cómodo con un máximo de 3 ó 4 centímetros de tacón.
• Recurre a las medias de compresión.
• Mantén siempre un peso adecuado, recuerda que los kilos de más empeoran las varices.
• Evita las fuentes de calor, sobre todo si son directas, como los calefactores.

Ejercicios para mejorarlas

• Túmbate boca arriba. Flexiona una de las piernas, llévala hacia el pecho y agárrala, con ambas manos, por detrás de la rodilla. Mueve el pie y trabajarás sus músculos y los de las pantorrillas. Haz este ejercicio con ambas piernas.
• Pedalea, si no puede ser sobre una bicicleta, túmbate en el suelo con los pies en alto y simula ese movimiento. Cuanto más elevadas tengas las piernas, mejor.
• Camina unos quince minutos al día, verás cómo mejora tu circulación.
• Tumbada en el suelo boca arriba, coloca las manos en la parte baja de la espalda y eleva una pierna mientras contraes los músculos de los glúteos y mantienes la espalda apoyada. Mantenla lo más perpendicular posible al suelo. Repite el ejercicio con la otra pierna.

Aunque su componente genético hace casi imposible prevenir su aparición, es fundamental que reconozcas los síntomas, te cuides y mantengas una buena adherencia al tratamiento para hacer esta dolencia lo más llevadera posible.

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