Embarazo y tiroides

28 de Septiembre del 2015

Se trata de una glándula muy importante en nuestro organismo y de su buen funcionamiento depende que lleves una gestación normal. Padecer alguna enfermedad tiroidea durante el embarazo no será un problema si está todo controlado y supervisado por el endocrino y por tu ginecólogo. Junto a un diagnóstico precoz, seguir el tratamiento adecuado hará que este tipo de dolencias no suponga ningún riesgo ni para ti ni para tu bebé.

La tiroides es una glándula en forma de mariposa que se encuentra en el cuello y que produce las hormonas tiroideas, encargadas de regular el metabolismo de nuestro cuerpo. A pesar de su diminuto tamaño, desempeña un importante papel en nuestro organismo. Cuando esta no funciona debidamente, se puede presentar una disfunción hormonal que da lugar a dos enfermedades tiroideas muy comunes: el hipotiroidismo, más común en mujeres y en personas mayores de 50 años, y el hipertiroidismo, que se manifiestan por una falta o exceso de producción de hormona tiroidea. ¿Qué sucede si estás embarazada y padeces una de las dos enfermedades?

Hipotiroidismo

Si ya sufrías esta enfermedad antes de quedarte embarazada y sigues un tratamiento controlado, no supone ningún problema. Únicamente tendrás que acudir con más frecuencia al endocrino: cada trimestre te hará un análisis hormonal que le servirá para regular la dosis de tiroxina que tu organismo necesita, pues su demanda se dispara durante el embarazo.

El problema está cuando la futura madre ignora que es hipotiroidea. Y es que sus síntomas son muy similares a los del embarazo (aumento del apetito y peso, cansancio...), aunque hay otras manifestaciones más específicas como piel seca, uñas y pelo quebradizo, estreñimiento, rigidez, calambres y dolor muscular... que pueden ayudar a detectarlo. Si tienes algunos de estos indicios, consúltalo con el endocrino porque con un simple análisis de sangre podrá averiguarlo. Es un gesto muy simple que evitará complicaciones mayores como parto prematuro o preeclampsia.

El control durante todo el embarazo es muy importante pero, sobre todo, durante el primer trimestre. En las primeras semanas de vida del feto, su única fuente de hormona tiroidea es su madre. Hasta el tercer mes de gestación su tiroides no es capaz de almacenar yodo y producir sus propias hormonas, por lo que mamá es su único sustento. Eso explica que durante el embarazo, el funcionamiento de la tiroides materna vaya muy forzado. Para compensarlo, necesitas estar bien nutrida de yodo para que tu tiroides pueda producir bastante tiroxina (T4) para ti y para tu hijo, y así subsanar cualquier deficiencia en el funcionamiento de la glándula del bebé. Ten en cuenta que la hormona T4 es fundamental en el desarrollo neurológico del bebé y de la placenta de la madre. Pero con los controles adecuados, un diagnóstico precoz y el debido tratamiento, el hipotiroidismo no afectará ni a la salud del bebé ni a la de la mamá.

Hipertiroidismo

Si la futura madre es hipertiroidea, su glándula tiroides estará más activa de lo normal y producirá un exceso de hormona tiroidea en el corriente sanguíneo. Si bien existen diversas formas de esta enfermedad, la más común es la enfermedad de Graves y es autoinmune, es decir, que está provocada por un anticuerpo que genera el organismo de la propia gestante.

Aunque es menos común que el hipotiroidismo, pues menos de un 1% de las mujeres lo padecen, en el caso de quedarse embarazada, será una gestación de alto riesgo, pues precisa una medicación concreta, que incluso pueden llegar a afectar al feto y al neonato, para mantener los niveles de hormona tiroidea dentro de unos valores normales. Ni que decir tiene que, en esta situación, saber que la padeces y estar controlada es fundamental para que la gestación finalice a buen término. En cualquier caso, lo mejor es consultarlo con el endocrino y el ginecólogo antes de quedarte embarazada, para que todo esté bajo control desde el primer momento.

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